miércoles, 9 de diciembre de 2009

Bonifacia (Anónimo)


Yo voy a hablar por ella como si esto fuera poco y posible. La muerte hizo su parte y si aquí estuviera no podría contar nada por que le faltaría la lengua. No quiero detenerme en disquisiciones, su mudez irremediable no demoró en poner palabras a su estar en un mundo oscurecido por otros; cuesta creer que le cortaran la lengua pero si así no hubiera sido lo habría hecho con su propia mano (si se lo ordenaban) pues ella acataba todo con un silencio casi inocente.


Bonifacia hacía tiempo que servía a Don Pedro, entregada por una gente que se la llevó del monte cuando apenas crecía. Yo no sé si ella supo de donde venía por que nunca se demoraba en contestar, vaya a saber de que estaba abarrotada su memoria. Su cara hablaba del tiempo, de la tierra y de la sangre nativa y eso era demasiado para todos los que éramos servidos, incluso para mí; lamentablemente opresores, nos sentíamos extranjeros en su tierra –por que ella que no hablaba lo decía: invasores, violadores. Yo también abusé como todos y la quise aunque usted no me crea, amé su piel cetrina y su mudez invasora y ella era como río de agua mansa.

Siempre pensé, sin vergüenza, que Bonifacia se había acostumbrado, así como las masas oprimidas a la desmoralización una vez que se tocó fondo. No sé que creí, Don, le juro, creí mal. Pensé también que siquiera de soslayo ella se regocijaba de verse protegida bajo el puño el golpe y el dolor. Fuimos padres brutales que le confiscamos hasta la mínima ilusión humana al pensarla como bestia y una noche se escapó. Por desgracia y con desgracia la encontramos tumbada en el río con la lengua cortada.

Silenciosa; pobre pobre, me miraba con culpa. –no levante la voz patrón que la Bonifacia esta herida, ella se dejó lamer por una iguana para que la baba verde le cure las yagas.

Yo no sé por que tanto dolor…

No haga nada Bonifacia, duerma.

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